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Mostrando las entradas de octubre, 2017

Mi pueblo tiene una barranca sobre el río

Recorro a pie las cuadras del pueblo que dejé hace cuarenta y cinco años, la mayoría empedradas todavía y arboladas de mandarinas, agrias en general. El carro y la bicicleta han desaparecido de todas partes excepto de mis recuerdos: hoy reina la moto. La explosión de la motocicleta en los pueblos del interior es tan inexorable que puede invocarse como señal de decadencia y de progreso al mismo tiempo. Desprovisto prácticamente de cualquier emoción, distanciado, como una imagen de mí mismo pasando bajo una ventana, juego a recordar: quién vivía en cada casa, que había en cada negocio. No vine con un propósito en particular, ya no quedan familiares, ni creo que quede ningún conocido; pero por alguna razón sentí que debía volver, aunque sea por un par de días, a buscar algo que, intuì, se me revelaría una vez acá. Los lazos con el pueblo se fueron cortando de a poco, aun antes que se empezaran a morir: primero de los animales, después los abuelos y los viejos casi enseguida, mi