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una temporada en el infierno

Y así fue que un buen día me encontré haciendo la cola.

Habrás pensado que en la puerta del Infierno la cola es larga, desordenada, un quilombo, así como para arrancar bien arriba con la tortura. Pero no. Sorpresa! La espera es mínima, todo fluye ordenado y metódico, como operado por una burocracia super eficiente. Hace pensar más en un aeropuerto que en la ANSES. Es como vos decías siempre que miramos las películas de los nazis, el mal siempre se ha tenido  una gran capacidad de organización.
No puedo decir que no me advirtieron que iba a terminar mal, sobre todo mi hermana y vos. Pero bueno, morí en mi ley, como dicen. Gran consuelo. Será entonces que con cada cagada que me iba mandando allá, estaba pagando una parte de mi estadìa por aca? O será que ya estaba cagado desde el principio.
 Que nací para la vida que tuve, para hacer lo que hice, para terminar como terminé? Serà que nada
 sucede sin una causa. Habrà habido entonces un momento decisivo que disparó una cadena de
causalidades, larga o corta que terminó con mi muerte. Hubo un momento a partir del cual ya estaba, sin  saberlo, tan condenado como lo estuve cuando la bala dejó el caño de la pistola con destino a mi cuello.
 ¿Cuál habrá sido ese momento en el que se selló mi destino? Hubiera podido cambiarlo? Eso es lo que me gustaría averiguar acá. Por ahi me lo pueden decir.
Saco número.
-Diecisieteee.
Me atiende una demonia, bajita pero de bastante buen culo, dientes desparejos y lentes de leer agarrados por una cadenita. -Buenaz Tardez, lo eztabamos ezperando- me atacó con un aliento insoportable y que  por alguna razón traspasaba el cristal que nos separaba. -Paze por favor a la zalita; el Jefe lo rezibirá en un inztante-, me indicó mientras consultaba un largo papel enrollado como un pergamino.
-El Diablo en persona?- pregunté mientras me esforzaba por disimular la risa que me causaba la demonia  ceceosa.
-¡Por zupuezto! El jefe atiende a cada uno de los rezién llegadoz. El determina en perzona el caztigo para cada uno.
Así que pasé a una salita pelada, con una mesa de chapa y dos sillas, del tipo de las que ven en las películas para los interrogatorios policiales y que tan poco se parecen a las de las fiscalías del conurbano en donde en general no falta una planta, algún cartel de UPCN y desorden de papeles por todos lados.
El Diablo entró y cerró la puerta con cuidado. La habitación cerrada y sin ventanas estaba, sin embargo, iluminada a pleno aun cuando no tenía lámpara, ni velador, ni nada.  El Diablo, en todo caso, tenía una presencia impactante. Muy flaco, hasta encorvado; era del tipo de gente a las que se les adivinan huesos enormes bajo la piel, y cuando hablaba la nuez de Adán subia y bajaba como un piston. Aún en bata roja y capa, intimidaba por su presencia masculina en extremo. Debe arrastrar un termo entre las piernas, pensé en el momento. Pero bueno, siendo el Diablo seguramente podría elegir sobre esas cosas.
Ahí nomás me acordé del Infierno del Dante, donde hay un castigo especial para cada tipo de pecado. Por ejemplo, a los perezosos se los condena a estar inmóviles enterrados en el barro, o el de los asesinos, sumergidos en sangre hirviendo. El de los ladrones, digo, por si me toca, es permanecer con las manos atadas con serpientes.
¿Qué, no se puede ser chorro y saber de literatura?.
- A ver, a ver, mi amigo.. -arrancó Satán en tono de patrón de estancia, dejando de lado su pergamino sin consultarlo siquiera- Mire que por acá pasan pecadores, eh? SI los tendré calados a todos. Seguro que Usted trae las mismas huevadas que el resto: que no tuvo opción, que las circunstancias lo dejaron sin opciones, que nunca tuvo un ejemplo de conducta o que en el fondo a los que afanaba tampoco eran tan satitos. Ya escuche todas esas forradas muchas veces. Así que como no pretendo escucharlas de nuevo, entonces le voy a decir yo quién es Usted y por qué se va a pudrir aca.
La verdad es que costaba sostenerle la mirada, pero al mismo tiempo, también me di cuenta que un tipo tan soberbio también debía tener un punto dèbil.
Lo dejè que siguiera - Yo he conocido billones pecadores y le puedo decir por experiencia que la inmensa mayoría entran en dos categorías bien simples: están los que sucumben ante un deseo que no pueden controlar, y están, por el contrario, los que por apatía y falta de energía, no pueden evitar, simplemente, cortar caminos. Es decir, dos posibilidades. Ambición o desidia. Energía o pereza. Así son ustedes. El violador y el chorro. Su caso es claramente del segundo tipo. El que peca por pajero. Y déjeme decirle que no es mi tipo favorito.
Trague saliva y bajé la mirada.
Continuó: -De modo tal que su castigo, por toda la eternidad va a ser el siguiente: Usted va a tener acceso a todo lo que desee, sin ninguna restricción. Los más exquisitos manjares, la ropa más sofisticada, las mujeres más sensuales, lo que usted desee, cuando usted lo desee. Ahora bien, cada vez que quiera algo, va a tener que ir a buscarlo, a pie, exactamente a cuarenta y siete minutos caminando desde donde Ud se encuentre. No importa donde esté, no importa que es lo que quiera, lo tendrá tras caminar exactamente cuarenta y siete minutos.
-Por qué cuarenta y siete?-pregunté-
- Fácil, su edad en la tierra al momento de su muerte, pero también la cantidad de pecados que lo traen hasta acá. Quiere ver la lista? Robo, secuestro express, choreo al voleo, salidera, piratería del asfalto, punga, entradera, cuento del tío... Sigo?
-no, mejor no, gracias- contesté.
- Ah, y me olvidaba- agregó el Jefe-, lo que sea que consiga, sea lo que sea, le va a durar cinco minutos antes de desvanecerse.
Dicho esto, Satanás giró sobre sus talones y desapareció en una nube amarilla de azufre.
Me quede ahí derrumbado en un banquito de tres patas, intentando asimilar el castigo pero sin entender si la había sacado barata, o por el contrario, enfrentaba un castigo terrible. Raro, recuerdo haberme sentado en una silla, no en un banquito. En ese momento empiezo a percibir música. Una canción conocida, muy conocida. La voz del cantante me resulta muy familiar. Me suena mucho el sonido a lata de la batería ochentosa, pero no hay manera de que me acuerde del nombre de la banda. Será que acá se van perdiendo los recuerdos de la Tierra? Todos, o solo los buenos? Otra cuestión que iré aprendiendo.
Aparece otro diablito para llevarme a mi cubículo.
-No sabia que habria música funcional en el Infierno, -pregunté ingenuo- Qué bien!.
-No se equivoque- me contestó- forma parte de su castigo. Suena permanentemente, no hay nada que pueda hacer Ud para detenerla. En su caso, me dice mientras consulta su papel enrollado, por los próximos cuarenta años le toca el disco de los grandes éxitos de GIT.


* * *

Mis primeros veinticinco años en el infierno fueron duros. Durísimos. Más allá del dolor extremo de las torturas y el cansancio permanente, lo más insoportable es el aburrimiento, la monotonía y la certeza absoluta, incuestionable, monolítica, de que las cosas no van a cambiar. Nunca. El castigo por el castigo mismo, sin esperanza de redención. Hay algo profundamente equivocado en todo esto del sufrimiento eterno, es como que pasado un tiempo que no sirve para nada, no aporta nada a nadie. Tienen sentido las cosas que no sirven a ningún propósito?. No puedo dejar de sentir que algo está profundamente mal en cómo funcionan las cosas acá.
Creo que el Infierno de los judíos es distinto. Allá también hay castigos, pero la idea es que sirven para compensar las cagadas que uno puede haber hecho, y pasado un tiempo se va al Cielo, o algo así. Eso estaría bueno. Tiene más sentido.
Lo que sí, en mis caminatas cotidianas (para comer, para ir al baño, para todo), tuve mucho tiempo para pensar sobre estos temas.
Si, hay que comer y cagar. No sirve para nada, pero la necesidad, el hambre, se siente igual. Debe ser parte del castigo, vaya a saber.
Pero sin embargo, cada diez años, uno tiene la chance, si quiere, de tener una entrevista con el Jefe. Y, como dije, uno por acá tiene mucho tiempo para pensar ideas raras. Por eso decidí aprovechar mi oportunidad.
Esa vez. cuando fue mi turno, me planté en el despacho del Jefe y le largué de frente:
- Mire don Satanás, a fin de cuentas, para qué sirve todo esto?
- Bueno, me parece que es bastante obvio, no le parece? Acá sometemos a los pecadores a una eternidad de sufrimiento.
- Si, ya tuve oportunidad de darme cuenta. La pregunta es, entonces, por qué lo hacen?
- Amigo, yo pensé que Ud estaba aquì por chorro, no por pelotudo. Pero igual le voy a explicar. Yo soy el Diablo, Belcebú, Satanás. Soy el Ángel Caído, soy el Mal, no conozco la piedad y  disfruto del sufrimiento. Todo lo malo, lo cruel, lo negativo tiene su origen en mí. Es más, acá donde me ve, soy el principal, que digo el principal: el único verdadero enemigo de Dios. Y este es mi reino. Lo que buscamos acá es en precisamente destruir la creación de Dios para imponer el reinado de la maldad y la injusticia. Yo soy lo contrario de Dios, el Anticristo, y el Infierno es lo opuesto al cielo.
Se notó que disfrutó del auto-bombo, y yo, de que me la dejaba picando.
- Y entonces por qué colabora Usted con Él? -pregunte con mi mejor cara de idiota.
- Como dice?
- Claro, Él recompensa a los buenos, Usted castiga a los malos. A mi no me suena a un acto de maldad, de crueldad, un acto muy demoníaco digamos. Yo lo veo, más bien, como un acto de justicia. Palos y zanahorias. División del trabajo - y ahí puse toda la carne al asador- Ustedes son complementarios, hacen dos partes inseparables del mismo trabajo. Para mí, son igualmente buenos o igualmente malos los dos. Y para peor, Usted es el que le hace el trabajo sucio, con los clientes que le manda Él, que no quiere ensuciarse las manos por ahí torturando a la gente, no?. El bueno y el malo, dos caras de la misma moneda. Eso son, Usted y Dios, compañeros de equipo. Castigar a los malos y premiar a los buenos.
La cara del Diablo de transformó. Sus ojos de pusieron más amarillos. Su cara, de un rojo aún más intenso. Todo el ambiente se llenó de un calor húmedo, y si no fuera porque en treinta años en el Infierno (y otros tantos en el conurbano) y he visto de todo, hubiera tenido miedo.  Pero al instante su expresión empezó a cambiar y por primera vez, lo vi sonreír.
-Sabe qué, creo que Usted tiene razón. Y que recomienda entonces?


* * *


Hace ya unos añitos que terminamos de implementar los cambios en el Infierno y la verdad es que al Jefe lo veo de lo más entusiasmado. Hasta más relajado, más él mismo, digamos. Es un tipo inteligente, y para nada cabeza dura. Lo entendió rápido y agarro viaje enseguida. Si quería ser un verdadero Anti-Cristo, tiene que hacer lo opuesto del Otro. Lo opuesto de premiar a los buenos no es castigar a los malos. Lo opuesto de premiar a los buenos es castigar a los buenos, o bien...premiar a los malos. Y eso es lo que venimos haciendo desde entonces.

Pero que quede en secreto, si?

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