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La historia del chico en la playa

La historia del chico en la playa


Y ahora dónde se metió papá. No lo veo. Y la sombrilla? Dónde está la sombrilla? Era celeste la sombrilla.
Ay, no me acuerdo. Tanta gente. Qué me miran. A ver, voy a bajar hasta el agua a ver si lo encuentro.
Uf, gente, toallas en el piso, cómo les gusta estar todos amontonados en la arena, todos pegados, todos
ordos, todos feos. Por acá no lo veo. Para qué me separé, ahora estoy sólo y encima está toda esta gente.
Todos viejos. Por qué habremos venido a esta playa tan llena? Ya sé, voy a volver por la orilla para el lado
del hotel y así lo voy a encontrar. Seguro que me fue a buscar por el camino desde el hotel. Era para allá,
no para el lado del muelle, para el otro lado. Creo, no estoy seguro. Ya no estoy seguro de nada. Bueno
entonces voy a hacer así: me voy a quedar acá quietito para que sea más fácil encontrarme. Seguro que
papá me está buscando y lo mejor es quedarme acá para que me encuentre. O no, por ahí eso no es lo
mejor, porque si papá pensó lo mismo que yo entonces se va a quedar él quietito donde esté para que
yo lo encuentre más fácil y al final nos vamos a quedar los dos parados como dos boludos y no nos
vamos a encontrar nunca. Mejor sigo caminando.
¿Y toda esa gente ahí adelante? ¿Qué estará pasando? ¿A ver? ¿A ¿ver? Permiso. Permiso. Huy pobre
pibe. Debe tener mi edad, mas o menos, pero le están haciendo respiración boca a boca y eso del...
¿cómo era?... Ah sí masaje cardíaco. Se debe haber ahogado. Cómo estarán los padres. Cómo debe estar
el mío también, ya me debería haber encontrado. Los guardavidas trabajan soplando y presionando el
pecho del pibe; ya se siente la sirena de la ambulancia; todo miran; nadie dice nada. Pero yo me
pregunto, para qué tanto trabajo para revivirlo, si no lo van a conseguir, el pibe ya está muerto. ¿Por que
nadie se da cuenta? ¿Yo sólo me doy cuenta? El pibe ya está muerto.
Me voy, acá no va a pasar nada más y tengo que seguir buscando a papá. Donde estaba? Creo que ahora
estoy más perdido que antes. Vuelvo adonde estaba antes. Donde era? No lo veo por ningún lado. Nunca
había visto morir una persona, es la primera vez. Pensé que me iba a dar miedo, que me iba a dar asco,
pero nada, me porté muy bien, no lloré ni nada. Me hubiera gustado que me viera papá lo bien que me
porté.
Sigo caminando, creo que en dirección del hotel, pero la verdad es que no estoy muy seguro. Tendría
que hablar con alguien para que me ayude? No sé, por ahí es peligroso.
Hace calor, tengo sed y no tengo idea de dónde estoy o para qué lado ir. Cuánto tiempo hace que estoy
perdido? Dos horas? Más que miedo, tengo la bronca de haberme perdido y de que papá me tenga que
estar buscando. ¿Se habrá enojado? Y seguro que la culpa es mía por ser tan distraído, por siempre
perder las cosas y no saber dónde están los lugares. Por eso no me dejan volver solo del colegio ni ir solo
a comprar, ni al chino de la esquina. Por eso siempre pierdo las cosas del colegio, y por eso seguro no
puedo tener celular todavía. En cambio la única que se va a poner contenta si yo no aparezco va a ser
mi hermana, le va a quedar todo para ella. Igual seguro que se va a poner en pobrecita para que todos
piensen que más está sufriendo y le hagan regalos y la traten como si fuera especial. Eso es lo que ella
quiere, ser especial.
Por ahí nunca me encuentran, por ahí me tengo que quedar a vivir sólo en la playa. Creo que podría hacerlo, recien vi un muerto y no me asusté.
Sigo unas cuadras caminando con el agua a los tobillos y llego hasta donde están dos pescadores con las cañas clavadas y algunos pescados tirados así nomás en la arena. Todos muertos. Pienso en si los peces que están todavía en el agua ya saben que a sus compañeros los pescaron. Están ahí nomás, a un par de metros, pero no pueden salir a buscarlos, si salen, se mueren ellos también.
Los pescadores son dos viejos, uno muy flaco y el otro muy gordo. Se dieron cuenta que los estoy mirando.
-Hola pibe, que haces por acá- pregunta el flaco.
Desde que me perdí esta mañana, es la primera vez que alguien me habla. No le contesto.
-Querés pescar con nosotros?
-No, señor, ustedes a los peces los matan, y yo no quiero matar a nadie.
El tipo sigue mirando hacia el mar sin darse vuelta hacia mi lado y me dice entonces: -No pibe, estás
equivocado, la muerte no tiene nada de malo?
Levanto uno de los pescados de la arena con las dos manos y se lo pongo enfrente de los ojos para que
vea. Entonces el otro pescador, el gordo, deja el mate arriba de una heladerita y se para delante mio.
Debe ser el tipo más gordo que ví en mi vida. Lleva un jogging gris, pantalon y buzo, como si no sintiera
el calor. Caigo en la cuenta que el otro pescador está vestido exactamente igual. Me mira fijo y de tan
gordo los ojos parecen dos rayitas tan finitas que me imagino que debe ver todo como por una rendija
y me dice:
-Pibe, quizá ya sea momento de que lo vayas entendiendo. La muerte es una parte más de la vida, no
hay que tenerle miedo. Pensá un segundo, si hay vida después de la muerte, entonces tanto mejor, y
si simplemente se termina todo, entonces por qué tenerle miedo, se termina todo y listo, no es que vas
a estar ahí sufriendo.
Además- interrumpe el flaco- No habria vida si no hubiera muerte. No existiriamos vos y yo si no
hubieran muerto todos los antepasados nuestros dejándonos su lugar acá en la tierra. Sin muerte,
sencillamente no habría lugar para todos. No hay que escapar de la muerte. Y además, cómo sabes
vos que no te moriste ya varias veces, cómo podés estar seguro que no te moriste cualquier noche de
estas y te despertaste, simplemente, en otro lugar, en otra vida. Cómo podés estar seguro?
Y entonces el gordo interrumpe. Es como que hablan por turnos: - A veces la muerte es útil. Cuando la
orca ataca, justo en la orilla del mar, en un punto de la playa como este, con el agua hasta los tobillos,
es la muerte del cachorro de lobo marino que no logra escapar lo que salva al resto de la manada. Que
una orca, un animal así de ese peso y sin patas ni nada pueda salir prácticamente todo del agua para
cazar me resulta increíble. Si la orca puede volver al agua después de cazar, por qué los peces no
pueden salir a buscar a sus compañeros pescados tirados en la arena? Creo que es solo porque la orca
tiene menos miedo que los peces.  Y qué pasará entonces con el abuelo, cuando también le cuenten
que me perdí en la playa y no me pudieron encontrar. El abuelo está delicado del corazón, no puede
tener emociones fuertes. ¿Cuánto tiempo podrá papá mantener el secreto de que yo estoy perdido? ¿Qué le van a decir?. Delicado, dijeron. Esa palabra usaron, y yo pensé en un corazón como de ese cristal fino de las copas de la abuela que que nunca le dejan tocar.
-Yo no quiero que se muera nadie- les digo a los dos- yo no quiero que se muera mi abuelo!
Y de golpe el pescador flaco no era más el pescador, era otro, y lo miro a los ojos y en los ojos del tipo
veo al abuelo cayendo muerto delante de papá cuando le dicen que me perdí en la playa. Y el flaco ya
no me muestra al abuelo en los ojos y es de nuevo el pescador y está sentado en la la arena y me dice:
- Pibe, pensalo bien, porque la muerte va a estar al lado tuyo siempre, te guste o no, estés del lado que
estés.- Y termina de decir esto y agarra la caña para enrollar y volver a tirar, y yo me doy vuelta y sigo
mi camino.
Más adelante la playa hace una especie de curva para allá y el mar entra como una cuadra más sobre la
arena. Tengo calor, y me duelen los pies, pero sigo caminando por esta parte donde no hay casi nadie,
Por qué no habremos venido a ésta playa, que está más vacía y es tanto más linda?. Ya debe ser tarde,
porque el sol no pega tan fuerte. Me habían recomendado no tocar nunca un aguaviva, pero todas las
que están acá están muertas, así que me animo, primero con la punta de un dedo, pero como veo que
no pican ni nada, las agarro, las levanto y las estudio. Busco la mas grande y me la llevo en la mano. La
pongo en el agua para ver si reacciona, pero nada. Al rato la tiro al mar.
Después veo morir un pájaro. Una gaviota. Si se lo hubieran preguntado, seguramente habría pensado
que mueren en su nido, como que ya se sienten mal y se quedan ahí y se mueren. Sin embargo no, esta
gaviota se muere volando, se desploma sobre la playa justo a mis pies. Es más, al caer así de cabeza
vaya a saber qué es lo que se quebró en el cuello, porque queda un hilito de sangre en la arena a la
altura de la boca. Todos los animales tendrán la sangre roja? Me parece que los peces no. Lo que se
muere volando cae de cabeza, pienso.
Todo lo que me cruzo hoy se termina muriendo. El pibe, los pescados, las aguavivas, la gaviota. Estoy
caminando por la playa, estoy buscando o estoy esperando que me encuentren? ¿Estoy haciendo lo
que tengo que estar haciendo? Debería estar más atento en mirar a cada una de las personas, a cada
una de las sombrillas para ver si es la nuestra. Y sin embargo también pienso en todas estas otras
cosas, como en de que aparezca una orca asesina detrás de una ola, o en cómo se mueren los animales
que vuelan, o en cómo la piel de algunas personas brilla distinto bajo el sol, y por alguna razón yo me
doy cuenta que ellas son las que van a tener cáncer de piel, y cuando les veo la cara no es la cara de
ahora, sino que es otra cara, como asustada, y los ojos iguales a los del ahogado.
Y entonces me concentro en ver a cada una de las personas que se cruzan, pero nadie es mi papá, nadie
parece estar buscándome. Ahí lejos se ve un tipo caminando para mi lado. No puedo ver nada de su
cara, es casi una manchita y sin embargo sé que no es papá. Estoy seguro, por otra parte, que si
apareciera, aún sin poder ven su cara en detalle, podría reconocerlo. Pero no es.
El sol ya bajó bastante. Dicen que el atardecer es el mejor momento de la playa. Tengo hambre,
tengo sed, pero no tengo miedo. Estoy muy lejos de las playas del centro, por acá no hay
prácticamente gente, aunque es el lugar con la arena más clara y el mar más tranquilo. En esta parte,
a diferencia de antes, hay casas que dan directamente sobre la arena. Son casas lujosas, con
camionetas gigantes en los garages y jardines verdes que no parecen de verdad, por lo verdes tan
verdes, y porque el pasto no debería crecer arriba de la arena. Hay una de esas casas de ladrillos y
techos de tejas construida sobre una loma que se ve desde todos lados. Para llegar a la casa tengo
que rodear varios canteros con flores de todos colores y dos o tres regadores que me mojan. Creo
que si me acerco a esa casa es para jugar a mojarme con los regadores. Al final llego al borde del
ventanal de un dormitorio que da sobre la playa. No sé si asomarme. Es una habitación grande, con
una cama, un escritorio y un estante el la pared lleno de peluches de todos colores, En la cama hay un
una chica apenas más grande que yo. Está sola y aunque hace calor, está tapada hasta el cuello y
rodeada de pantallas, como si estuviera usando muchas computadoras, aunque en realidad son e
quipos médicos que la monitorean. Pero no hay nadie más, ni médico, ni enfermera ni nada. Siento
que no debería estar acá. En algún momento nos miramos a los ojos pero enseguida apartamos la
mirada, haciendo como que no nos vimos. Pero ya no nos podemos esconder. Yo sé que ella está ahí,
ella sabe que yo estoy acá. Me agacho y me escondo abajo de la ventana, pero oigo que me llama
-”amigo!”, y sin pensarlo ya me estoy parando y asomándome de nuevo al cuarto donde la chica ahora
pareciera estar viendo hacia la ventana para volver a encontrarme, pero en realidad tiene ahora la
mirada fija y dura, la misma del chico y de la gaviota, mientras los monitores marcan una línea recta,
derechita derechita.

Entonces me voy, no tengo nada que hacer acá y tengo que seguir mi camino.

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